martes, 11 de diciembre de 2012

El Castillo de Diempures


Los restos del Castillo de Diempures o, también denominado, Castillo de los Moros, se pueden localizar en la localidad de Cantalojas, muy cercano a la famosa y más conocida fortaleza del vecino Galve de Sorbe. En este caso, los vestigios de Diempures se asientan en una zona conocida como El Castillar y destacan por ser los únicos realizados con pizarra de todo Guadalajara. Además, y pese a sus reducidas dimensiones, es innegable que jugó un papel crucial como puesto fronterizo durante la Edad Media.

Hablar de la historia de esta fortificación es pura especulación pues, salvo leyendas de transmisión oral o pequeñas menciones en documentos históricos, todos los que han estudiado los restos del castillo llegan a un callejón sin salida. Puesto que el único dato  contrastable es su mención en el Fuero de Atienza -allá por el siglo XII- como uno de los límites occidentales de dicho territorio. No obstante, podemos retroceder mucho más en el tiempo y situar el origen de Diempures a partir la dominación musulmana de la península. Sin olvidar que, antes de los árabes, pudo existir un castro celtíbero en la misma zona.

Como así refleja José Luis García de Paz en su artículo La Marca Media de Al-Andalus en tierras de Guadalajara”, los árabes iniciaron durante el siglo X un proyecto de refortificación tan ambicioso que supuso levantar tres tipos de edificaciones defensivas en la Marca Media: ciudades fortificadas, como la de Alcalá de Henares o Guadalajara; castillos en zonas elevadas poco accesibles, como en Hita o en Sigüenza; y torres vigía para controlar el paso de puentes y caminos. En este último tipo clasificaríamos Diempures, que vigilaría el río Sorbe en su nacimiento y el antiguo camino entre los territorios comunales de Atienza, Sepúlveda y Ayllón. Ello explicaría que, durante siglos, el boca a boca bautizase el enclave como el Castillo de los Moros.

Con el transcurso de la Reconquista, la pequeña fortaleza pasó a manos cristianas, primero dependiente de la Villa y territorio de Ayllón, para luego pasar a la jurisdicción administrativa de Atienza. Es en este contexto cuando podemos hacernos una idea de cómo pudo ser el castillo. García de Paz explica que Diempures “constaba de una torre vigía y un pequeño reducto militar que estaba cercado por un foso”. Además, “todavía se conservan las jambas de la puerta, y dos toscas saeteras que la defienden. Fue construido usando pizarra, y es el único de Guadalajara hecho con este material, y uno de los escasos de España”.

En resumen, el castillo se sustentaba sobre un macizo rocoso, aprovechando el barranco como defensa natural. Además del torreón de vigía, debió de existir un puente, también de pizarra, que conectase las dos orillas del río Sorbe, como así describe Salvador Sánchez Orozco, de la web Atienza.info. Por desgracia, no quedan vestigios de dicha pasarela a simple vista. Es posible que la corriente y la humedad terminasen por derribar la construcción por completo. Asimismo, para confirmar la función de paso fronterizo que tuvo el castillo, la tradición del paso de Puerta Infante si recoge que Diempures estaba presente en la ruta que tomaban los arrieros de Atienza en su camino hacia Segovia.

Antonio Herrera Casado, cronista provincial de Guadalajara, apunta que durante aquellos remotos tiempos “lo más probable es que el castillo fuera de propiedad real, o del Común de Atienza”. Ya que, continúa, “no existen datos que lo refieran a la propiedad de algún señorío. Quizás en el siglo XV fuera de los Estúñiga”, propietarios entonces del castillo de Galve de Sorbe. Aunque todo ello es una mera suposición.



El Ánima y la Dama Diempures

En cuanto al folclore relacionado los restos de la fortaleza, el periodista José Serrano Belinchón se tomó la molestia de poner por escrito la leyenda más conocida por los habitantes de la comarca. Una historia macabra donde las haya. En ella, el señor del castillo, Don Iván de Zúñiga, tuvo que marchar para combatir contra los sarracenos por orden real, dejando en la plaza a su bella esposa, Isabel, con la compañía de su sobrino, el joven Alonso de Vargas; ambos de la misma edad. Quiso el destino funesto que el noble muchacho cayera prendido de ella y, en cuanto llegó la noticia de la honrosa muerte de su señor tío en combate, Alonso no se lo pensó dos veces y fue a tomar a la bella Isabel. Por algo él era el heredero, o eso creía. Asimismo, también tenía la extraña idea de que su amor era recíproco, pero pronto sería testigo de su error.

Por supuesto, ella le rechazó y, no contento con ello, Alonso trató de poseerla por la fuerza en su propia alcoba. Pero Isabel defendió su honor como Dama de Castilla que era; no cedería su lecho y mucho menos ante semejante mequetrefe. Presa del pánico, logró huir por un corredor hasta el exterior, escondiéndose entre dos almenas. Pero no fue suficiente, puesto que Alonso le dio alcance y empezaron a luchar. En ese preciso instante y a la luz de la luna llena, Isabel agarró con fuerza el puñal que llevaba colgado al cinto su enemigo y, para sorpresa de éste, que ya se veía atravesado por la furia de la moza, ella misma se clavó el cuchillo de un golpe seco y mortal, esparciendo su sangre por todas partes y manchando la exquisita pizarra de alrededor. El joven noble no podía creerlo. Ella yacía muerta a sus pies.

Cuenta la leyenda que Alonso de Vargas, presa de la desesperación, trastabilló y se precipitó al vacío completamente ido, despeñándose y desgarrándose a causa de la caída. Posteriormente, nadie encontró su cadáver y las habladurías llegaron a decir que fue pasto de los lobos, muy hambrientos en aquella época del año. Como epílogo, cuentan los pastores de la zona que, en las noches de luna, se pueden oír los gemidos del espectro de Alonso de Vargas, que, arrepintiéndose de su pecado mortal, continúa vagando por las ruinas de Diempures hasta el fin de los días.

Estado ruinoso actual

A día de hoy, sólo unos pocos saben de la existencia del Castillo de los Moros, dado que la mayoría del turismo se decanta más por la visita al Hayedo de Tejera Negra, muy próximo a Cantalojas. Una de las causas la encontramos en que los vestigios de Diempures no están conservados ni catalogados. El acceso es remoto, y complicado si nunca se ha ido. Y, lo más importante, cada vez queda menos del emplazamiento original, incluso el arco de la entrada, el elemento más llamativo, se encuentra en tan lamentable estado de ruina que cualquier día puede venirse abajo.

Este abandono, como reconocía el edil y vecino de Cantalojas Jorge Molinero en “La Memoria de las Piedras” de Guadalajara Televisión, está causado por la falta de fondos y por ser una edificación protegida y, por lo tanto, intocable. A este respecto, Antonio Herrera Casado escribe que “las ruinas de Diempures están protegidas de cualquier agresión por el Decreto Protector de los castillos españoles de 22 de abril de 1949 y por la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español”.  

Publicado originalmente en la edición escrita de "El Afilador" (2012) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario